Dos Pequeños Espías
Escrito por: Álvaro Garcés (alv790@hotmail.com)
Esta historia es producto de la imaginación del autor. Trata
acerca de menores recibiendo un castigo físico. Si eres menor de edad o no
estás interesado en este tema, no sigas leyendo.
El autor está
rotundamente en contra de los castigos físicos a niños en la vida real.
El señor Hussel,
director de Kesingtown School, examinó los rostros contritos y abatidos de los
dos niños que estaban sentados ante la mesa de su despacho. Andy Browning y
Jeff Alborn, de diez y nueve años de edad respectivamente, habían sido
sorprendidos espiando a través de la ventana de la srta. Moll, la profesora de
historia, mientras ésta se desvestía y se preparaba para acostarse.
Hay que aclarar que, aunque las normas del internado
permitían el castigo corporal administrado por el director como una forma
válida de disciplinar a los alumnos, en la practica este método no era
utilizado más que en contados casos. En concreto, el Sr. Hussel no creía que
esta fuese la forma más adecuada de educar a un niño. En los tres meses que llevaba
en el cargo de director, tras la retirada del Sr. Branson, no había encontrado
necesario azotar a ninguno de sus estudiantes.
Hussel no pensaba que hubiese existido malicia en la acción.
Más bien se trataba -decidió- de una travesura infantil. Sin embargo, los
chicos esta vez se habían pasado de la raya, y probablemente era el momento de
aplicarles un correctivo lo suficientemente severo para que se convencieran de
que no iban a ser toleradas de ninguna forma más acciones de ese tipo.
- Muchachos,- dijo con voz serena- estoy deccepcionado con
su comportamiento. No esperaba de ustedes que mostrasen tan poco respeto por la
intimidad y los sentimientos de una persona. Ambos van a ser castigados con
severidad y después les acompañaré para que se disculpen ante la señorita Moll.
Hussel sacó de su cajón la paleta de madera que había sido
usada durante décadas para disciplinar a los alumnos más díscolos de la
escuela. Poniéndose de pie, indicó a Andy que se aproximara a él.
- Inclínese hasta agarrarse los rodilllas,- le indicó.-
Mantenga las piernas rectas. Voy a darle cuatro golpes con la paleta. Por cada
vez que se incorpore durante el castigo recibirá un golpe más.
Cuando el pequeño se hubo colocado en la posición requerida,
Hussel apuntó cuidadosamente al trasero, que ofrecía un blanco perfecto, y
propinó el primer palazo.
¡¡WHACK!! El estallido resonó con fuerza en el silencio
total que reinaba en la sala.
El niño solto un gemido, y todo su cuerpo vibró con el
impacto, a pesar de que Hussel había tenido cuidado de no golpear con excesiva
fuerza. Tras unos segundos de espera, Hussel descargó el segundo, y un poco más
tarde el tercero. Para entonces el niño sollozaba abiertamente.
¡¡WHACK!!
- ¡Aaaahhh!- Esta vez Andy gritó de ddolor y se levantó,
frotandose con violencia las zona golpeada, en un vano intento de contener el
dolor de las nalgas castigadas.
- Está bien. Venga aquí se&ntiilde;or Alborn, es su
turno. Ya sabe lo que tiene que hacer.
Hussel esperó a que el asustado muchacho asumiera la
posición y se entregó concienzudamente a la tarea de calentar el trasero del
pequeño infractor.
Cuando hubo terminado, dejó un poco de tiempo para que sus
dos sollozantes pupilos se calmasen y les dijo:
- Su castigo ha terminado. En esta ocasi&oaccute;n no ha
sido muy duro porque estoy convencido de que ustedes mismos se avergüenzan de
su comportamiento. No obstante, les advierto que no pienso tolerar que algo así
vuelva a repetirse. Si eso ocurriera pienso azotarles hasta que no puedan
sentarse en una semana.- Suavizando un poco su expresión agregó,- ahora vayan a
lavarse la cara y vuelvan rápidamente para ir a pedir disculpas a la señorita
Moll.
Unos minutos después,
la srta. Moll recibía en su habitación al señor Hussel y a los dos niños.
- Señorita,- comenzó Hussel,- estos dos jovencitos han
recibido su castigo y creo que tienen algo que decirle.
- Lo sentimos muchísimo, señorrita Moll.- Murmuró Andy, lo
cual era cierto, dadas las circunstancias.
- Nunca volveremos a hacer algo así,-- agregó Jeff.
- Ahora hagan el favor de darse la vuelta y desnudar sus
traseros, para que la señorita Moll decida por sí misma si han sido debidamente
castigados o si han de recibir una dosis mayor.- Al ver que los chicos se
ruborizaban visiblemente y no se decidían a hacer lo que se les decía, añadió-
Hace poco no tuvieron ustedes inconveniente en espiar a su profesora, así que
no veo por qué habrían de conducirse con mayor pudor ahora.
Como los chicos seguían resistiéndose a seguir sus
instrucciones se acercó a ellos con expresión amenazadora, ante lo cual ambos
se apresuraron a obedecerle.
Los dos adultos observaron los dos traseros infantiles que
quedaron al descubierto. En ninguno de ellos habían quedado marcas de los
azotes, aunque mostraban un tono rosado producto de los impactos de la paleta.
- ¿Y bien, señorita Moll?- Pregunt&oaacute; Hussel.
- Creo que con esto será suficiente.-- Respondió esta,
sintiendo lástima de los dos pequeños y no deseando humillarlos aún más de lo
que estaban.- Acepto sus disculpas, y estoy segura de que no volverán a
hacerlo.
Al cabo de un corto
rato, Jeff y Andy se dirigían a sus habitaciones para acostarse.
- ¿Crees que se lo dirán a nuestros ppadres?-, preguntó
Andy.
- Espero que no, porque si lo hacen probableemente nos
llevemos una zurra mucho peor que ésta cuando vengan a visitarnos. A pesar de
todo,- dijo sintiendo un indefinible placer al pensar en el cuerpo desnudo de
la srta. Moll que habían vislumbrado- casi ha merecido la pena, ¿no te parece?
Por primera vez desde que los habían atrapado, se dibujó una
sonrisa en la boca de ambos chicos.
FIN
Álvaro Garcés
Sevilla (España)
alv790@hotmail.com
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