domingo, 8 de febrero de 2015

La Piscina M/F Krenee31


 

La Piscina


Escrito por: Krenee



Voy a relatar un hecho que presencié hace mucho tiempo, y que quedó grabado en mi memoria para siempre.

Sucedió durante unas vacaciones de verano. Tenía yo por entonces 10 años; mi familia había alquilado un chalet en una urbanización de lujo de una turística ciudad costera.

Los chalets de aquella urbanización eran todos más o menos iguales. Tenían una casa bastante grande, un jardín con flores multicolores, árboles, plantas y hasta columpios. También tenían piscina. Estaban separados unos de otros por un espeso seto, de manera que no podías ver lo que ocurría en casa del vecino.

Recuerdo que en el chalet de al lado, había un mandarino muy cerca del seto que lo separaba de nuestro chalet, que por desgracia carecía de tan magnífico árbol frutal (me encantan las mandarinas).

Encontré la fórmula para trepar por el seto, llegar hasta el árbol prohibido, y robar unos cuantos frutos sin grandes dificultades, aprovechando que sus inquilinos casi nunca estaban.

El chalet donde se encontraba mi árbol favorito estaba alquilado por una joven pareja. El era muy alto y fuerte, ella pequeñita, poca cosa y de aspecto frágil. Se les veía muy felices, muy unidos, y casi siempre estaban fuera, lo que facilitaba enormemente mis tareas de recolección.

Una mañana , cuando me encontraba "en plena faena" aparecieron de repente en el jardín. Apenas tuve tiempo de alcanzar el seto de separación de las dos casas y esconderme para que no me vieran.

Se dirigían a la piscina, que estaba justo a uno 10 metros de mí. Pude encontrar un hueco para ocultarme y esperar un momento de descuido de mis vecinos para saltar a mi jardín y salir corriendo, pero lo que vi me dejó paralizada.

La pareja se metió en el agua y empezó a jugar a ahogarse mutuamente. La fuerza de él era, evidentemente, muy superior a la de ella, con lo cual, la pobre, se pasaba más tiempo debajo que en la superficie.

Una de las veces la ahogadilla debió de ser muy fuerte. Debió de tragar bastante agua. Cuando sacó la cabeza respiraba con dificultad y tosía mucho. Parecía muy enfadada. Nadó hasta alcanzar la escalerilla, salió y le gritó a su compañero:

-"Eres un estúpido. Casi me ahogas".

El hombre, que aún estaba dentro de la piscina, se acercó al borde donde se encontraba ella, y de un salto la alcanzó.

_"¿Qué has dicho?" le dijo en tono muy serio.

Ella se quedó paralizada. El se acercó, la sujetó por los hombros y le volvió a decir:

-"Repite lo que has dicho".

Temblando y con la mirada fijada en el suelo la chica le respondió:

-"Perdóname, casi me ahogas. He tragado mucho agua. Lo siento".

Entonces él la cogió por la barbilla levantando su cara hizo que le mirara. Le habló en un tono severo pero calmado:

-"Sabes que no me gusta que me grites ni que me insultes. Lo sabes ¿verdad?.

Ella asintió.

-"No me queda más remedio que castigarte por ambas cosas. Es la única forma de hacerte entender que debes respetarme".

Ella seguía temblando y con apenas un hilo de voz volvió a suplicarle que la perdonara.

-"El castigo es el perdón" respondió él mientras se sentaba en el borde de la piscina con las piernas metidas en el agua.

-"Ven" le dijo.

Ella se sentó a su lado. La cogió por la cintura y la tumbó boca abajo sobre sus rodillas. Le quitó la braguita del bikini que aún estaba mojada y empezó a azotarla con fuerza. Yo no podía ver su cara (estaban de espaldas a mí), pero sí podía oír el ruido de la mano de él estrellándose contra sus nalgas que poco a poco iban poniéndose rojas. Ella gemía con cada azote. Después de una buena tanda de golpes paró. Debía de dolerle la mano porque empezó a abrirla y a cerrarla en el aire. Ella permanecía inmóvil en las rodillas de él. De pronto él comenzó a acariciar suavemente el enrojecido y seguramente dolorido trasero de ella. Tras unas cuantas caricias, levantó la mano y comenzó a azotarla nuevamente. Los azotes, a juzgar por el sonido eran fuertes, lentos y muy espaciados. Las nalgas de la chica parecían tomates.

Después de un buen rato, los azotes cesaron. El hombre giró a la chica cambiándola de posición, la colocó sentada sobre sus piernas. Entonces la abrazó, le dio un ligerísimo beso en los labios y acariciándole la mejilla le dijo:

-"Esto es para que no me vuelvas a gritar, pero aún no hemos terminado. Tienes que aprender a no insultar. Entra en casa y espérame allí." Ella, sin una palabra se incorporó y con sus enrojecidas nalgas al aire se metió en la casa.

El volvió a entrar en el agua, nadó un rato y luego salió. Cogió la toalla para secarse y la siguió.

¿Qué pasaría en el interior de la vivienda?

Siempre me he quedado con ganas de saberlo...

 

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